viernes, 30 de octubre de 2009

Apóstol Pablo, Arresto y encarcelamiento


El profeta Agabo había profetizado que Pablo seria arrestado y maltratado en Jerusalén, y no tardo en hacerse realidad esta predicción de este profeta.
Los hermanos de Jerusalén le dieron una buena acogida al apóstol Pablo y a sus colaboradores, quienes al día siguiente de su llegada, fueron a visitar a Jacobo, el hermano del Señor; se encontraron también con todos los ancianos de la iglesia, quienes recordaron al apóstol Pablo que numerosos cristianos procedentes del judaísmo habían oído decir que él no observaba la ley de Moisés.
Los hermanos le propusieron que diera en el mismo templo una prueba espectacular de su fidelidad a las costumbres judías, encargándose de cumplir las prescripciones y de pagar los gastos implicados en la liberación del voto de cuatro nazareos. Pablo consintió en ello, para no tener conflictos con los judíos, aunque el mismo Pablo enseñaba que ningún convertido de los gentiles tenia que observar las ordenanzas de la ley mosaica, y que ningún cristiano de origen judío estaba ya obligado a seguir las costumbres tradicionales. Sin embargo declaraba que no se debía condenar a los judíos que quisieran conservar su fidelidad a la ley de Moisés y se reservaba, para si mismo, la libertad de observar estas practicas, o de renunciar a ellas, según las circunstancias.
Al asentir a la petición de los ancianos, Pablo no era incoherente, sin embargo esta acción no tuvo un buen fin, pues, unos judíos de Asia, al ver a Pablo en el templo, lo acusaron falsamente de haber introducido gentiles dentro del templo, y amotinaron al pueblo, afirmando que el fariseo tránsfuga había estado enseñando a los judíos de la diáspora a menospreciar el templo y a violar la ley (Hch. 21:27-29). Pablo hubiera sido seguramente muerto si el tribuno de la compañía de la guardia romana, Claudio Lisias, no hubiera intervenido con presteza junto con sus soldados.
El apóstol Pablo, atado con dos cadenas, fue llevado a la torre Antonia, pidió entonces, antes de ser introducido en ella, permiso para dirigirse a la multitud. Sorprendido al constatar que Pablo hablaba en griego y que no era un egipcio sedicioso, si no un judío de Tarso, el tribuno le permitió que se dirigiera al pueblo; el apóstol Pablo hizo su discurso en arameo, haciendo recuerdo de su juventud, y refiriendo su conversión y vocación, entonces, la multitud empezó a gritar ¡A muerte! ¡A muerte! En cuanto Pablo hizo mención de la oferta de salvación a los gentiles.
Lisias le hizo entrar entonces en la torre Antonia para someterlo a interrogatorio. Al saber que se trataba de un ciudadano romano, el tribuno desistió de hacerlo azotar, y ordeno a los principales sacerdotes que convocaran al sanedrín al día siguiente para hacer comparecer ante ellos al preso.
Pablo no podía esperar ningún juicio equitativo de parte del tribunal supremo de los judíos, y si el sanedrín condenaba al prisionero, Lisias debería abandonarlo en sus manos.
El apóstol Pablo tuvo la habilidad de dividir a sus enemigos, a fin de defender su vida, recordó su calidad de fariseo, diciendo que en el fondo estaba siendo sometido a juicio a causa de su doctrina de la resurrección. El reciproco odio entre fariseos y saduceos era aun mas profundo que el que ellos tenían hacia Pablo, por lo que de inmediato se dividieron en dos bandos. Temiendo que el preso pudiera perder la vida entre las dos partes en la audiencia, el tribuno ordeno a los soldados que devolvieran a Pablo a la torre Antonia.
El Señor se apareció a Pablo a la noche siguiente, y le dijo: “Ten animo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifique también en Roma”. Esta promesa se iba a cumplir de una manera muy inesperada, unos cuarenta judíos hicieron gestiones para que Pablo compareciera de nuevo ante el Sanedrín, se comprometieron a darle muerte, pero un sobrino de Pablo informo a su tío y al tribuno. Lisias envió entonces a Pablo con una fuerte escolta a Cesárea, residencia de Félix, el Procurador, a quien el tribuno envió una carta, enterándose que el acusado era un Judío de Cilicia el Gobernador lo quiso interrogar antes de la llegada de los acusadores, y lo hizo guardar en el pretorio que había sido antes el palacio de Herodes…


José Carlos Castillo Zepeda.
Yasap

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