viernes, 30 de octubre de 2009

Bisutería

En la cumbre, las nubes,
creí verte
haciendo por mis manos la obra tuya:
torres, idiomas, parajes,
botones rompiendo en flor;
llevé los hilos del cometa
y profeticé
la ventura, la desgracia;
pero al llegar tu luz,
la genuina luz tuya,
todo se desplomó;
en el trono de mi alma no estabas Tú,
sino yo,
imitándote;
todas las piedras cayeron
a través de mis dedos, el agua,
el rostro;
enmudecieron los idiomas,
se apagó el cometa
y me vi envuelto de oscuridad y silencio.

Entonces el milagro:
la tibieza de tu voz a mis oídos,
tu Verbo a mi alma, rescatando,
y el cetro de mi vida
en tu mano,
que por amor te corresponde.

J. A. Reyes

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