martes, 27 de octubre de 2009

Soneto 1

Cuando mi alma fue por sitios oscuros,
cuando todo el cielo mío caía,
lo ordinario me era furia sombría,
y era presa mi razón de conjuros;

tú llegaste, Dios, quitándome duros
eslabones de dolor y agonía,
liberaste tremendo a esta alma mía
y me hiciste ir allende mis muros.

Era cuerpo atado a hosca tristeza
y me tomaste con delicadeza;
como ampara al cordero el buen pastor.

Hoy alabo, buen Señor, tu grandeza,
pregonando la innegable certeza:
infinita es tu gracia Salvador.

J. A. Reyes

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