viernes, 13 de noviembre de 2009

Te diste a salvar mi alma (Sonetillo I)

Yo no sé con qué la hiciste,
si con viento, mar, albura;
yo no sé si en la blancura
del santo monte la fundiste;

solo sé que me la diste
y yo torpe, con premura,
la arrojé a la basura
del mundo vicioso y triste.

Más tú, en violenta cruz,
te diste a salvar mi alma,
lleno de amor y bondad;

estando ahora en tu luz,
digo con alegre calma:
salvo soy por tu piedad.

J. A. Reyes

jueves, 12 de noviembre de 2009

Apóstol Pablo, después de su llegada a Roma



Al final de Hechos se relata que, tres días después de su llegada a Roma, el apóstol hizo llamar a los principales judíos, a fin de explicarles la razón de su presencia en Roma, y les citó un día para exponerles el Evangelio. Como en todas partes, unos lo aceptaron. Y los otros lo rechazaron. Pablo dijo entonces que este mensaje seria predicado a los gentiles, y que ellos si escucharían.

En efecto, su condición de preso no le impedía dedicarse al ministerio. Los últimos versículos del libro de hechos informan que durante dos años Pablo estuvo recibiendo a todos aquellos que querían entrevistarse con él; él les anunciaba el reino de Dios, y enseñaba acerca del Señor Jesucristo, sin que las autoridades pusieran obstáculo alguno (Hechos 28:17-31).

Las epístolas a los Colosenses, a Filemón, a los Efesios, y a los Filipenses, redactadas durante su cautiverio, arrojan una luz viva sobre este periodo. El Apóstol escribió indudablemente las tres primeras al principio, y la carta a los Filipenses hacia al final de su detención. Estas epístolas revelan que había en Roma fieles amigos del Apóstol que le ayudaban en su obra misionera, entre estos estaban: Timoteo, Tíquico, Aristarco, y Juan Marcos. Nadie impedía a los amigos del apóstol que lo visitaran; mensajeros de Pablo ante las iglesias, eran también sus ayudantes en Roma. Gracias a ellos, y a pesar de su encarcelamiento, Pablo dirigía las misiones por todo el imperio.

Las epístolas de la cautividad revelan así mismo el celo de este embajador encadenado, y la entusiasta acogida que tenia su predicación (Ef. 6:20).

Enésimo, el esclavo fugitivo, fue uno de los frutos del trabajo personal del apóstol preso (Filemón 10), y que asimismo podía escribir a los Filipenses: “mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás” (Fil. 1:12-13). Nadie ignoraba ya por causa de quien él llevaba aquellas cadenas.

Había también entonces en Roma cristianos (posiblemente judaizantes) que se oponían a la obra de Pablo, pero aun así su oposición no perturbaba en absoluto la serenidad del preso, que por otra parte estaba seguro de que iba a ser liberado con todos los pronunciamientos favorables. Consideraba su cautiverio como el medio escogido por Dios mediante el cual podía cumplir aun mejor su comisión de embajador de Cristo.

Las cartas muestran, finalmente, que el preso no dejó de administrar las iglesias por correspondencia, refutando de manera particular las falsas doctrinas que surgían en Asia Menor. Las epístolas de la cautividad contienen la enseñanza mas completa de Pablo sobre la persona de Cristo, y sobre los propósitos eternos de Dios revelados en el Evangelio.

Aunque el libro de los Hechos concluye con el relato del cautiverio del apóstol Pablo en Roma, hay razones de peso para aceptar que el apóstol fue absuelto y liberado al cabo de dos años, y que volvió a viajar. Las razones: -Al destacar que nadie estorbaba la obra de Pablo, Lucas da la impresión de que el apóstol no estaba esperando su final. -El mismo Pablo esta persuadido de que será liberado. La actitud de las autoridades romanas hacia él le permitía abrigar esta certeza. –La persecución de Nerón no había comenzado todavía; cuando estallo, fue de manera repentina, sin que se hubiera podido preveer a causa de ningún tipo de animosidad oficial anterior. La ley romana seguía considerando a los cristianos como a judíos sectarios, que por ello estaban autorizados a practicar su religión.

Todo hace pensar que el tribunal imperial declaró inocente a Pablo y lo absolvió. Además, es indudable que Festo, el procurador de Judea, había enviado un informe favorable, y parece que los judíos no habían enviado a Roma a ningún acusador oficial contra Pablo.

Por lo cual podemos admitir que la apelación a Cesar tuvo como resultado la liberación de Pablo, y es posible, por las alusiones que figuran en las epístolas a Timoteo y a Tito, que después de ser puesto en libertad el apóstol se dirigiera, como había manifestado ser su intención, al Asia Menor y a Macedonia. Clemente de Roma (96 d.C.) afirma que los viajes de Pablo lo llevaron también hasta España.
Continuará…


Shalom.
José Carlos Castillo Zepeda.
Yasap
Imagen: San Pablo- Diego Velázquez.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Los Magos, Misión cumplida


¿Cuál era el propósito principal de estos magos? ¿Venir de tan lejos solo para conocer al rey de los judíos?, no, su propósito se lo declaran cuando preguntan por él. “venimos a adorarle”, ¡Que demostración de humildad de esos magos, sin ser judíos, y solo con el conocimiento de la profecía mesiánica estaban dispuestos a rendirle adoración! Por demás es mencionar que cada uno de nosotros los creyentes debemos tener ese mismo espíritu humilde y buscar continuamente adorar al Salvador con todo nuestro ser. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Su quietud fue interrumpida, ahora solo podía pensar en eso que los magos le habían dicho “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” ¡Que temor mas grande para un rey, sentir que su trono está en peligro!, ¿Quién era este Herodes llamado el grande? Herodes era medio judío y medio edomita. Tenía sangre edomita en las venas. Se había hecho útil a los romanos en las guerras y en los levantamientos de Palestina, y confiaban en él.
Le nombraron gobernador en el año 47 a.C.; en el 40 a.C. había recibido el título de rey; y su reinado se prolongó hasta el año 4 a.C. Había ejercido el poder mucho tiempo. Se le llamaba Herodes el Grande, y en muchos sentidos merecía ese título. Fue el único gobernador de Palestina que consiguió mantener la paz e imponer el orden. Fue un gran constructor; fue el que construyó el templo de Jerusalén. Sabía ser generoso. En los tiempos difíciles reducía los impuestos para hacerle las cosas más fáciles al pueblo; y en el hambre del año 25 a.C. llegó hasta fundir su propia vajilla de oro para comprar trigo para el pueblo hambriento.
Pero había un fallo terrible en el carácter de Herodes. Era suspicaz hasta casi la locura, es decir sospechaba de todo mundo, sentía que todos buscaban la ocasión de destronarlo. Si sospechaba que alguien pudiera ser su rival en el poder, eliminaba a esa persona a toda prisa. Asesinó a su esposa Mariamne y a su madre Alejandra. Su hijo mayor, Antípater, y otros dos de sus hijos, Alejandro y Aristóbulo, también fueron asesinados por orden suya. Augusto, el emperador romano, había dicho amargamente que estaba más a salvo un cerdo de Herodes que un hijo de Herodes.
Algo de la naturaleza salvaje, amargada y retorcida de Herodes se puede ver en los preparativos que hizo cuando veía cerca la muerte. Cuando tenía setenta años, sabía que se iba a morir. Se retiró a Jericó, la más encantadora de todas sus ciudades. Dio órdenes para que se hiciera una recolección de los ciudadanos más distinguidos de Jerusalén, que los arrestaran con acusaciones amañadas y los metieran en la cárcel. Y dio orden de que en el momento en que él muriera, los mataran a todos. Dijo sarcásticamente que se daba cuenta de que nadie lloraría su muerte, y estaba decidido a que se derramaran lágrimas cuando él muriera.
Está claro lo que un hombre así sentiría temor de ser destronado de su reino cuando le llegó la noticia de que había nacido un Niño que estaba destinado a ser Rey. Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él porque Jerusalén sabía muy bien los pasos que daría Herodes para comprobar esa noticia y eliminar a ese niño. Jerusalén conocía a Herodes y temblaba esperando su inevitable reacción.
Rápidamente ideo su plan con el propósito de encontrar a ese niño y deshacerse de él.
Primero.- convocó a todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, es decir la aristocracia sacerdotal, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo. La respuesta de los principales sacerdotes fue de acuerdo altexto de Miqueas 5:2. que dice: Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.
Una vez conocido el nombre de la ciudad donde nacería el Cristo (Ungido), prosiguió con su plan.
Segundo.- Llamó en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella, y como todo rey autoritario y con una piedad fingida y aprovechándose de la humildad de los magos, los envió a Belén para que investigaran acerca del niño,
Tercero.- Los envía a investigar para que según el, cuando lo encontraran, poder ir al niño y adorarle.
Los magos salieron, y continuaron su camino guiados por la estrella que habían estado siguiendo desde que salieron de su tierra, y al llegar a donde estaba el niño se regocijaron con grande gozo, gozo que debe haber en cada cristiano, no solo por haber encontrado a Cristo como Salvador, sino porque a partir de ahí, Cristo habita en cada creyente de por vida, y al estar frente al niño, no solo se postraron delante de él y le adoraron, sino que abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes: Oro, Incienso y Mirra.
Desde hace mucho tiempo se ha considerado lo apropiados que fueron los regalos que trajeron los sabios. Se ha visto en cada uno de ellos algo que armonizaba especialmente con alguna característica de Jesús y de Su obra.
I El oro es el regalo para un rey. Séneca nos dice que en Partia había la costumbre de que nadie se podía acercar al rey sin un regalo. Y el oro, el rey de los metales, era regalo apropiado para el Rey de los hombres. Haremos bien en recordar que Jesucristo es Rey.
II El incienso es el regalo para un sacerdote. ¿Por qué para un sacerdote? Era en el culto del templo y en sus sacrificios donde se usaba el dulce aroma del incienso. Recordemos que Cristo es Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (He. 5:10) y su función es de abrir a los hombres el camino hacia Dios, camino que nos abrió por su propio sacrificio ofrecido una vez para siempre (He. 10:11-12). Y que gracias a ese sacrificio podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia.
III La mirra es el regalo para uno que va a morir. La mirra se usaba para embalsamar los cuerpos de los muertos. Jesús vino al mundo para morir por nosotros como muestra del gran amor de Dios para con todos nosotros (Ro. 5:8; Jn. 3:16).
El oro para un rey, el incienso para un sacerdote, la mirra para uno que había de morir, estos fueron los regalos de los magos que, aun a los pies de la cuna de Cristo, predecían que había de ser el verdadero Rey, el perfecto Sumo Sacerdote y, por último, el supremo Salvador de los hombres.
Los magos lograron su tarea, encontraron al rey de los judíos y le adoraron, ahora ¿cumplirán la encomienda de Herodes? ¿Estaban dispuestos a informarle lo que les había solicitado?

Continuará...

Hno. Artemio A. Gonzélez Treviño


Imágen:Adoración de los magos-Diego Velázquez, 1619

martes, 10 de noviembre de 2009

Jonathan Edwards


(1703-1758)

Nació el 5 de octubre de 1703, hijo único de Timothy Edwards, pastor en East Windsor (Connecticut, EE.UU.), pequeña ciudad fronteriza. Gracias a su aguda inteligencia, poco antes de cumplir los trece años de edad ingresó en Yale College (1716), donde consiguió su licenciatura y doctorado (A.B., 1720, M.A., 1723).
Cuando tenía once años escribió un ensayo sobre las arañas voladoras, cuya exactitud sigue asombrando hoy día. En Yale descubrió la obra del filósofo inglés John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, que motivó su propio pensamiento filosófico, digno de un pensador original y profundo. En mayo de 1724 fue nombrado tutor del colegio.
Durante seis meses, comenzando en agosto de 1722, predicó en la congregación Presbiteriana Escocesa de Nueva York. El 15 de febrero de 1727 fue ordenado pastor asociado de la iglesia en Northampton (Massachusettes), donde su abuelo era pastor. Al año siguiente contrajo matrimonio con Sarah Pierrepont de New Haven; un feliz matrimonio que iba a durar treinta años y dar a luz doce hijos.
Entre los años 1735 y 1737 su predicación dio como resultado un gran avivamiento espiritual en medio su congregación, que pronto se extendió a otros lugares. Fue un movimiento tanto social como religioso, de hecho una auténtica revolución que alcanzó a todas las colonias americanas. En esos años entabló una amistad profunda con George Whitefield , entonces predicador itinerante en América.
Después de aquella intensa actividad religiosa surgió una amarga y prolongada controversia acerca de las ideas de Edwards, que pedía unas bases más estrictas para la membresía de la iglesia, que las establecidas por su abuelo. El 30 de junio de 1750, después de veintitrés años de servicio, fue depuesto de su pastorado por un concilio de la iglesia reunido en Northampton. Entonces durante seis años trabajó como misionero entre los indios housatonic en Stockbridge (Massachusetts). Fue en este período que escribió sus obras más conocidas.
El 29 de septiembre de 1757 fue invitado a la presidencia de colegio o universidad de New Jersey (hoy Universidad de Princeton). Por aquel entonces la ciudad se encontraba en los inicios de un brote epidémico, que iba a afectar a Edwards a su llegada. A consecuencia de una segunda infección murió el 22 de marzo de 1758.
Aparte de sus numerosos escritos, y notas que aún siguen editándose, Edwards publicó la Vida y diario de David Brainerd (La Aurora, 1958), que produjo una impresión tan profunda en John Wesley .
Nunca se preocupó de la ortodoxia o la heterodoxia, aunque participó en muchas controversias contra el naciente arminianismo, sino que escribió sobre la religión en profundidad y extensión. Calvinista convencido enfatizó la influencia del corazón y las emociones. “En Edwards, como en Agustín, hay una combinación perfecta entre espíritu altamente intelectual y especulativo y una devoción a Dios en Cristo, a menudo extásica” (Paul Helm). Cabeza y corazón estaban firmemente unidos en su persona. “Jonathan Edwards, santo y filósofo, avivamentista y teólogo, destaca como la figura de suprema grandeza en la vida intelectual de la América colonia” (B.B. Warfield). “Ningún otro hombre es más relevante para la condición actual del cristianismo que Edwards. Quien desee sabe acerca del avivamiento verdadero, Edwards es el hombre a consultar” (D. Martyn Lloyd-Jones)

lunes, 9 de noviembre de 2009

Quédate con nosotros…




En Lucas 21:13 se comienza la narración de dos discípulos que se sentían tristes y confusos. De pronto, el Señor resucitado comenzó a caminar con ellos y les enseñó las Escrituras. Ellos comenzaron a sentir un ardor en sus corazones cuando Él les hablaba; pero sus ojos estaban cegados para que no le reconociesen. Cuando llegaron a Emaús, su destino final, le invitaron a quedarse ahí.
Así como con ellos, el Señor resucitado diariamente camina con nosotros, su presencia y su poder están obrando día a día en nuestras vidas, el camino de pronto se vuelve más sencillo, nuestro corazón se regocija al escuchar su voz, y el está ahí, dispuesto a mostrarnos la verdad por medio de su palabra, dispuesto a darnos aliento en el momento de la debilidad, dispuesto a hacernos más llevadero el camino que cada uno de nosotros tenga que andar.
Cuando llegue el momento, es necesario decir las palabras de aquellos discípulos: Quédate con nosotros. Verdaderamente quien ha probado el poder y la palabra de Jesús no puede dejar que la distancia se interponga entre él y el Salvador. Quédate con nosotros. Porque fuera del Señor no hay palabras de vida, y la vida en el mundo se convierte en un agobio constante. Quédate con nosotros. Porque sin Él nada somos, porque si nos atrapa la noche en la vereda y el cielo está cubierto, Él es la luz que guiará nuestros pasos por el camino que nos lleva a la paz de Dios. Porque un día no muy lejano, nuestros ojos serán abiertos y le veremos, y entenderemos todas aquellas cosas que en este mundo parecen no tener explicación; entonces escucharemos de viva voz la fuente del eco que hoy resuena dentro de nuestros corazones.


Bendiciones.

José A. Reyes.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Grato es decir la historia, (I love to tell the story)

Grato es decir la historia del celestial favor
de Cristo y de su gloria, de Cristo y de su amor.
Me agrada referirla, pues sé que es la verdad,
y nada satisface cual ella mi ansiedad.

¡Cuán bella es esa historia!
Mi tema allá en la gloria,
será la antigua historia
de Cristo y de su amor.

Grato es decir la historia que brilla cual fanal,
y en glorias y portentos no reconoce igual.
Me agrada referirla, pues me hace mucho bien.
Por eso a ti deseo decírtela también.

Grato es decir la historia que antigua, sin vejez,
parece al repetirla más dulce cada vez.
Me agrada referirla, pues hay quien nunca oyó
que, para hacerle salvo, el buen Jesús murió.

Trad. Juan B. Cabrera 1837-1916

La autora de este himno es Catherin Hankey, hija de un acaudalado banquero inglés. Desde temprana edad ella demostró un celo por compartir las Buenas Nuevas. Llegó a organizar clases de escuela dominical en varios barrios de Londres, tanto para gente obrera como para personas de alta sociedad. Un viaje al continente africano despertó en ella un gran amor por la obra misionera. A los 30 años de edad se enfermó gravemente, y durante su recuperación escribió un largo poema sobre la vida de Cristo. Su profundo amor por el mensaje de la Biblia se refleja en el himno que surgió de dicho poema: Grato es decir la historia.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Robert Raikes y la escuela dominical


Robert Raikes nació el 14 de septiembre de 1736 en Gloucester, hijo de Mary Drew y Robert Raikes, un editor de periódicos. Bautizado según el rito anglicano, fue un devoto cristiano durante toda su vida. En diciembre de 1767 contrajo matrimonio con Anne Trigge con quien tuvo diez hijos, siete mujeres y tres varones. Robert Raikes falleció el 5 de abril de 1811.
Como surgió la Escuela Bíblica Dominical?
La Escuela Bíblica Dominical es una gran bendición para el pueblo de Dios. Es el más importante y directo recurso de enseñaza cristiana que, infelizmente hoy sufre enorme negligencia por parte de muchas iglesias.Como institución, la Escuela Bíblica Dominical no tiene dueño, ni es propiedad de ninguna denominación religiosa y, por ser evangélica, abarca todas las denominaciones eclesiásticas. Históricamente la Escuela Bíblica Dominical tiene más de 200 años, pero en la práctica su semilla ya había sido lanzada 5000 años antes por los israelitas.Todo empezó en el año 1780, en una ciudad llamada Gloucester, Inglaterra.Un periodista cristiano llamado Robert Raikes no aceptaba la idea de que los niños pobres de la ciudad no disfrutaran de una enseñanza básica que contribuyera a una buena formación educacional.Los días domingos se ponía a observar desde su ventana a los niños pobres, andrajosos, sucios que infestaban las calles y provocaban desórdenes, causando disturbios en la vida urbana, transformando las calles en escuelas de vicio y maldad.Los padres de los niños, por descuido y por extrema miseria, no se incomodaban con esta situación, pero Robert Raikes, que ocupaba muchos de estos niños durante la semana en la venta de su periódico, se preocupaba por el destino y suerte de aquellos pequeños que más tarde se transformarían en ladrones, homicidas, falsificadores y que el gobierno inglés deportaba para las Indias, Oceanía, alejándolos así del medio social.En los puertos marítimos, Raikes observaba viejos y jóvenes que serían deportados, otros hasta ejecutados, y su corazón se angustiaba por recordar que nada había hecho para evitar aquello. Por varios años meditó y estudió viendo lo que podría hacer para mejorar la vida de los niños y su futuro.Cierto día, convidó a los niños que le vendían periódicos y les presentó las grandes ventajas de estudiar algo útil. Habló con ellos de la necesidad de la moral y después les enseñó a leer y hacer algo de importancia para sus vidas en aquellos días.De esta manera, ya tuvo una buena cantidad para el primer domingo y solicitó a los niños que llevasen a otros niños la próxima clase.El segundo domingo tenía el doble de asistencia, y así sucedió el tercer domingo en adelante. Luego después tuvo él que organizar varias clases con el auxilio de otros profesores.Raikes recibió críticas y pasó a ser llamado: "maestro de andrajosos", "padre de los harapientos", “profesor de mendigos", "bienhechor de los pobres".En 1787, siete años después, la escuela de Raikes era recomendada por los obispos de la iglesia oficial del Estado, pues su escuela alcanzaba ya los 20.000 alumnos.El entusiasmo por la organización fue esparcido por todas las clases sociales, pues los resultados eran patentes y reales.La propia Reina de Inglaterra fue informada de los cambios sociales que ocurrían en su reino, y Raikes fue llamado oficialmente al Palacio Real para exponer su proyecto, el cual de esta fecha en adelante pasó a recibir muchas contribuciones por parte de los ricos, lo que hizo que otras escuelas fueran creadas, produciendo frutos abundantes en la vida de los niños, cambiando así toda una sociedad.Por esto, Robert Raikes actualmente es conocido como el fundador de la Escuela Dominical, sin embargo el la había creado con métodos sencillos y modestos, muy distintos de la escuela dominical de hoy que ha pasado por varias transformaciones, siempre en busca de mejoramientos.Muchas Iglesias Evangélicas empezaron y otras se están iniciando través los trabajos con niños. Infelizmente hay iglesias que están siendo cerradas por no cuidar una organización tan importante como la Escuela Bíblica Dominical, pero, por la gracia de Dios, otras iglesias continúan creciendo y siendo bendecidas porque no descuidan de esto valioso medio de crecimiento espiritual. ¡Alabado sea Dios por la Escuela Bíblica Dominical!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La visita de los Magos, Mateo 2:1-2


Mateo continúa con el propósito principal de su libro, convencer al pueblo judío, de que Jesús es el Mesías prometido y en el capítulo 2 narra la historia de unos magos. 2:1-12

1Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. 3Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. 4Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. 5Ellos le dijeron: en Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:6Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel. 7Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; 8y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. 9Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
12Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

¿Quiénes eran estos magos? tenemos que distinguir el termino correcto con que Mateo habla de estos magos, ya que si bien es cierto que frecuentemente se designa en la RV magos a quienes practican el ocultismo. Sin embargo, no se usa en forma técnica y consecuente, sino como traducción de diferentes palabras hebreas; por ejemplo, el vocablo traducido por mago en Gn. 41 también aparece en Ex. 7.11, 22; 8.7, 19 y 9.11, pero aquí se traduce por «sabios» o «hechiceros».
Originalmente los magos eran una tribu de Media que ejercía en la religión persa la función sacerdotal. Puesto que estos sacerdotes se interesaban en la astronomía y la astrología, los griegos llamaban magos o sabios a los filósofos, sacerdotes y astrólogos,
Podemos notar que en tiempos de Daniel, el nombre de mago se aplicaba a una tribu sacerdotal o bien a un grupo de sabios de los que Daniel llegó a ser jefe (Dn 4.9). Aunque tenemos que diferenciar que la habilidad de Daniel procedía de Dios, aunque los paganos le consideraban como mago.
La Biblia prohíbe toda práctica de Magia (Ex 22.18; Lv. 19.26, 31; 20.6, 27). Mateo al usar la palabra mago se refiere a los que tienen sabiduría especial, Los magos de Mateo 2 debieron ser naturales de algún país como Persia, Arabia o Babilonia donde habían vivido judíos desde hacía muchos siglos (cf. 2 R 17.6), y donde se conocería la profecía de la «estrella de Jacob» (Nm 24.17 Lo veré, mas no ahora; Lo miraré, mas no de cerca; Saldrá ESTRELLA de Jacob, Y se levantará cetro de Israel, Y herirá las sienes de Moab, Y destruirá a todos los hijos de Set.), que formaba parte de la esperanza mesiánica, ¿Por qué decimos esto? Porque en el versículo 2 ellos llegan preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente.
¿Cuántos eran? ¿Cómo se llamaban? ¿Cómo eran? ¿Cómo se transportaban?, según la tradición pagana (No cristiana), dice que eran 3, que se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar, los tres con diferente tipo de piel y vestimenta, que se transportaban uno en caballo, otro en camello y otro en elefante, pero bíblicamente ninguna de estas cuatro cosas son reales, Dios en su palabra nos dice que eran unos sin decir cuantos, que venían de oriente y hasta ahí. Ni aún la historia lo corrobora, pero lo que si nos dice la historia en cuanto a este precioso acontecimiento del nacimiento de Cristo es lo siguiente:
En aquellos días de la antigüedad, todo el mundo creía en la astrología. Creían que se podía predecir el futuro por las estrellas, y creían que el destino de una persona quedaba decidido por las estrellas bajo las que nacía. No es difícil de comprender cómo surgió esa creencia. Las estrellas siguen cursos invariables; representan el orden del universo. Y entonces, si repentinamente aparecía alguna estrella brillante, si el orden invariable de los cielos se quebrantaba por algún fenómeno especial, parecía como si Dios estuviera interviniendo en Su propio orden, y anunciando algo muy especial.
No sabemos cuál fue la brillante estrella que vieron aquellos antiguos Magos. Se han hecho muchas sugerencias. Hacia el año 11 a.C., el cometa Halley estuvo visible cruzando brillantemente los cielos. Hacia el año 7 a.C. hubo una brillante conjunción de Saturno y Júpiter. En los años 5 a 2 a.C. hubo un fenómeno astronómico inusual. En esos años, el primer día del mes egipcio, Mesori, Sirio, la estrella perro, salió helicalmente, es decir, al amanecer, mostrando un brillo extraordinario. Ahora bien, el nombre Mesori quiere decir el nacimiento de un príncipe, y para aquellos antiguos astrólogos tal estrella querría decir indudablemente el nacimiento de algún gran rey. No podemos decir cual fue la estrella que vieron los Magos; pero su profesión consistía en observar los cielos, y algún brillo celestial les anunció la entrada de un gran Rey en el mundo.
Puede que nos parezca extraordinario el que aquellos hombres iniciaran un viaje desde Oriente para encontrar a un rey; pero lo extraño es que, precisamente en el tiempo en que nació Jesús, hubo en el mundo un sentimiento extraño de expectación de la venida de un rey. Hasta los historiadores romanos lo sabían. No mucho tiempo después, Suetonio podía escribir: «se había extendido por todo el Oriente una vieja creencia establecida de que estaba programado para aquel tiempo que vinieran hombres de Judea a regir el mundo» (Suetonio: Vida de Vespasiano 4: 5). Tácito nos habla de la misma creencia de que «había una firme convicción... de que por este mismo tiempo el Oriente habría de tener mucho poder, y gobernantes que vinieran de Judea adquirirían un imperio universal» (Tácito: Historias, 5: 13). Los judíos tenían la creencia de que «hacia ese tiempo uno de su país se convertiría en el gobernador de todo el mundo habitado» (Josefo Guerras de los judíos, 6: 5, 4). En un tiempo ligeramente posterior encontramos a Tirídates, rey de Armenia, visitando a Nerón en Roma acompañado con sus Magui (Suetonio: Vida de Nerón 13: 1). Encontramos a los Magui en Atenas sacrificando en memoria de Platón (Séneca: Epístolas, 58: 31). Casi por el mismo tiempo en que nació Jesús encontramos al emperador Augusto aclamado como el Salvador del Mundo; y Virgilio, el poeta latino, escribe en su Cuarta égloga, que se conoce como la Égloga Mesiánica, acerca de los dorados días por venir.
No tenemos ni la más mínima necesidad de pensar que la historia de la llegada de los Magos a la cuna de Cristo sea simplemente una preciosa leyenda. Es exactamente la clase de cosa que podía suceder fácilmente en aquel mundo antiguo. Cuando vino Jesucristo, el mundo estaba en una ansiedad de expectación. La humanidad estaba esperando a Dios, y el deseo de Dios estaba en sus corazones. Habían descubierto que no podían construir la edad de oro sin Dios. Fue a un mundo en expectativa al que vino Jesús; y, cuando vino, los fines de la Tierra se reunieron a Su cuna. Fue la primera señal y símbolo de la conquista universal de Cristo.

Dios les Bendiga.


Hermano Artemio A. González T.

martes, 3 de noviembre de 2009

Apóstol Pablo, Viaje a Roma


Estando Pablo preso en Cesárea, apeló a Cesar, por lo que después de haber hablado con el rey Agripa, Pablo fue mandado a Roma, para que el Cesar juzgara su causa. Pablo y otros fueron confiados a un centurión llamado Julio, de la corte augusta, el centurión trató humanamente a Pablo, también Lucas y Aristarco de Tesalónica acompañaban al apóstol.
El grupo se embarcó en Cesárea en una nave, que iba a efectuar una navegación por la costa del Asia Menor. Embarcaron en Sidón, y llegaron a Mira, en Licia. En este puerto el centurión hizo subir a los presos a una nave mercante de Alejandría que partía para Italia. Después de unos días de navegación, y de haber arribado en Buenos Puertos, se hacía peligrosa la navegación, y el tiempo era amenazador, por lo que Pablo dio el consejo de permanecer en Buenos Puertos, pero el centurión escucho al capitán y al armador de la nave y no a Pablo. Querían invernar en Fenice un puerto mejor situado, mas al oeste de la costa de Creta.
Cuando la nave abandonó Buenos Puertos se abatió sobre ellos un furioso viento, que los echó hacia el sur de la isla de Claudia, que se llama actualmente Gozzo. Aligerando la nave de todo el peso o carga posible, soportaron el vendaval durante dos semanas. El apóstol mantuvo la calma y subió los ánimos de la tripulación y de los pasajeros: un ángel de Dios se le había aparecido y le había asegurado que todos llegarían a tierra sanos y salvos.
A la decimocuarta noche, la sonda revelo la proximidad de la tierra, y por miedo a los escollos (peñascos o rocas que están a flor de agua o que no se ve bien), echaron cuatro anclas, y esperaron a que se hiciese de día. Ya al alba, vieron una ensenada con una playa, habiendo cortado los cables de las anclas, intentaron llegar allí izando la vela de proa, para varar la nave en la arena, pero la proa había quedado encallada en la arena, y la popa se abría ante el embate de las olas.
Tripulación y viajeros saltaron al agua. Todos se salvaron. La predicción de Pablo se había cumplido. El valor de Pablo, su fe, el ascendiente que su calma ejerció sobre los demás, todo ello nos muestra lo que debiera ser el comportamiento de un cristiano ante el peligro.
Los náufragos habían sido arrojados sobre la isla de Melita (Malta). Los isleños testimoniaron su bondad a los desventurados viajeros, y dieron grandes honores a Pablo cuando él sano a numerosos malteses. Tres meses más tarde, el centurión hizo subir a soldados y presos a una nave alejandrina, esta nave, que había invernado en Malta, llego a Siracusa, Regio y, finalmente, a Puteoli, puerto de la Italia meridional.
Pablo recibió permiso para pasar siete días con la comunidad cristiana de Puteoli. Al enterarse de la llegada del apóstol, los cristianos de Roma enviaron a hermanos a su encuentro. Pablo se encontró con ellos en el Foro de Apio y en Tres Tabernas, localidades situadas cerca de Roma.
El centurión entregó a los presos al prefecto militar, Pablo entonces, fue encadenado de su brazo derecho al brazo izquierdo de un soldado, y se le autorizo alquilar una casa donde pudiera estar, en vez de permanecer preso en una celda de cárcel, y teniendo libertad de ser visitado por los hermanos de Roma.
Las apelaciones a Cesar implicaban un largo proceso, por lo que después de dos años, Pablo esperaba aún la decisión del tribunal (Hechos 28:30).

Continuará…

Shalom.

José Carlos Castillo Zepeda.

Yasap

Imagen: Pablo escribiendo sus cartas, obra del siglo XVII

lunes, 2 de noviembre de 2009

Deja que los muertos…


Se acerca el “tradicional” día de muertos, fecha en que la gente acude a los panteones a visitar la tumba de algún ser querido, algunos las arreglan, otros más allá de eso, se postran, hacen rezos y hablan ante la tumba de esa persona, pensando que los escucha, otros les dejan alimentos creyendo que los muertos se levantarán para comer (aunque la verdad es que esos alimentos se los comen los vivos). Algunos lo hacen por ignorancia; otros lo hacen aun conociendo la verdad. Pero… ¿Qué nos dice la Biblia acerca de los muertos?
En génesis 2:7 dice que Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida (esto es dándole un espíritu de vida). Eclesiastés 12:7 dice que el polvo vuelve a la tierra como era y el espíritu vuelve a Dios que lo dio. El mismo David platicando con Dios le dijo: ¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? (salmo 30:9)
Uno de los que querían seguir a Jesús le dijo: Señor, déjame primero que vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú vé y anuncia el reino de Dios (Lc. 9:60). Dios quiere que nosotros le adoremos, alabemos y glorifiquemos; y que anunciemos su Verdad, Él quiere que ganemos almas mientras nos da la vida aquí en la tierra. El único Dios verdadero, el Dios todopoderoso, el Dios vivo se agrada de que, en vida, le demos la honra y gloria que sólo Él merece, porque por su voluntad existen todas las cosas, y por su voluntad fuimos nosotros creados. Él nos ha llamado a salvación,
¡Gracias a Dios por ello!
Amados hermanos, yo los invito a
alabar, glorificar y a anunciar la palabra
de Dios con nuestras vidas

Esperando que estas palabras
hayan sido de Bendición a sus vidas,
me despido:

Hermano José Juan Vázquez G.